Este año el calendario ha parado su habitual prisa para lanzar un guiño y hacer un homenaje a quienes hacen magia cada día con el tiempo y ha hecho coincidir el día de la madre y el del trabajo.
En mi consulta escucho con admiración a madres y padres que dan lo mejor de sí en su trabajo, con sus amistades y por supuesto con sus familias, procurando que sus peques y no tan peques crezcan felices, libres, buenas personas, y bien alimentados.
Y qué no decir de tantas super abuelas y algunos super abuelos, super tías… a quienes el cariño y la experiencia ha dado el poder de hacer un plato gourmet con los ingredientes más sanos y sencillos. Es sincera y bonita la sonrisa de los más pequeños cuando le preguntamos si les gustan las lentejas y nos dicen “las de la abuelita sí”.
Bien sabéis que cada niño o niña es un mundo, y algunos hacen de la comida un reto que sólo sabe bien quién lo supera a diario.
Me gustaría aportar algo de lo que he aprendido desde mi experiencia en la nutrición, un poco por lo estudiado a lo largo de mi formación, y un mucho por lo que me enseñáis cada día en la consulta, cuando vamos ajustando las pautas y menús a cada persona y familia.
He comprendido que es muy importante desde la infancia no identificarnos con lo que no nos gusta o sí. Es fácil convertir un “no me gusta lo verde” o “soy de leche con galletas por la noche” en signo de identidad, y más aún si lo escuchamos de quienes no conocen y quieren. Los gustos cambian y propiciar el espacio para probar de nuevo aquello que antes no nos convencía es un regalo.
Una comida del medio día equilibrada incluye vegetales (ensalada, crema, horno, plancha…), proteínas (legumbres, huevo, carne o pescado) y cereal (arroz integral, quinoa, pasta de calidad…) Puede ir desde platos de caliente, a salteados o a una ensalada muy completa. Y en la cena van muy bien las verduras y las proteínas.
En cuanto al tipo de alimentos, variación de texturas y sabores, sin forzar, pero aminando a probarlos. Sin límite alguno a la creatividad, comer es agradable y divertido. Aún recuerdo el sabor de unos “platillos volantes” que hacía mi madre para que mi hermano y yo comiésemos verdura: crep, espinacas, otro crep y salsa de tomate casera por encima. Cada vez que alguien habla de OVNIs pienso en lo ricos que estaban.
Es sano y práctico combinar alimentos frescos con otros preparados con anterioridad. Los cereales como arroz o quinoa se digieren mejor si se han cocinado y guardado en el frigorífico al menos una noche, y rehogar una verdura nueva, añadirla a la crema de verduras que sobró y batir la convierte en un plato nuevo con distinto sabor. Las ensaladas, o las verduras crudas como pepino o zanahoria cortadas en tiritas y la fruta, aportan el punto crujiente y fresco y dan el color tan necesario para que comer sea una nueva experiencia cada día.
Y los ingredientes más importantes, la atención, la paciencia y el amor que transmitís a cada plato, con ello a vuestros peques y familia, y que hacen realidad una verdad universal (algo indiscutible): “la mejor tortilla de patatas, la de mi madre”
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