Vivimos en un mundo lleno de estímulos rápidos, vistosos, ruidosos, sucesivos y simultáneos, todos llamativos, interesantes: “¿qué es esto?, ¿y esto?”, “miro un segundo esto otro y vuelvo”, “¿por dónde iba?”, “¿por dónde empiezo?”, “¡brrr!, esta camiseta pica donde la etiqueta” “¿qué es eso otro?“, “¡qué chulo!, sólo un momento y vuelvo”, “me queda aquello por hacer”, “no me da tiempo a todo”, “no me da tiempo a nada”, “¡qué aburrimiento!”, “¡qué nervios!, “me canso“, “no me interesa nada”, “Ahhhjjj”.
Algo así es el día a día de muchos niños, niñas y adolescentes que conviven con los inconvenientes del déficit de atención y/o la hiperactividad. Tampoco es fácil para las personas de su entorno, ya que se une con frecuencia al bajo rendimiento académico los conflictos escolares y familiares, lo que supone una demanda continua de paciencia y dedicación de madres, padres y educadores.
Más adultos de los se suele imaginar sufren (o sufrimos) al menos en alguna etapa de la vida estos trastornos, mostrando desorganización, mala gestión del tiempo, descuido de tareas y de relaciones, fatiga y ansiedad.
Un error habitual es relacionar el déficit de atención y la hiperactividad con una inteligencia a la baja, lo que no es nada positivo para la autoestima de quienes ya de por sí tienden a juzgarse con dureza. Explico en mi consulta con frecuencia a personas que razonan y comprenden muy bien, a pesar de su a veces corta edad, que es más bien al revés: se necesita mucha capacidad intelectual para prestar atención a tantas cosas a la vez, para percibir hasta los pequeños cambios del entorno, invisibles para la mayoría y para algunas cabecitas motivo casi irresistible de distracción. Y entonces…
¿Dónde está en problema?
En la dificultad de discriminar la información y estímulos relevantes de los que no, en la capacidad de “PRIORIZACIÓN”.
Lo entendí bien cuando empecé a conducir. Me costaba centrarme, estaba tan atenta a lo importante como a o lo que no: los vehículos que circulaban en otra vía, las aceras, los posibles aparcamientos, mis “stop” y los “stop” de los otros coches: “¿y si no lo ven?”… era agotador y me generaba mucha ansiedad. Afrontar aquella “limitación” con trabajo personal y la ayuda adecuada, mejoró muchos aspectos de mi vida que ahora disfruto, además de conducir con calma y seguridad.
¿Y qué podemos hacer?
- Alimentación: suficientes proteínas de calidad y grasas buenas, materia prima de los neurotransmisores y de la reparación neuronal y frutas y verduras que aporten vitaminas y minerales y mejoren la salud intestinal. Es imprescindible evitar chuches, bollería y refrescos con sus consecuentes altibajos de azúcar que favorecen hiperactividad y agotamiento.
- Bioquímica y metabolismo: cuando un neurotransmisor o un ácido graso omega 3 o 6 está bajo o se acumula de más, solucionar ese pequeño “atasco” facilita el equilibrio y la concentración, multiplicando los efectos positivos de todo lo demás. Dos analíticas realizadas en laboratorios muy especializados nos permiten afinar al detalle en el funcionamiento bioquímico del cerebro y Sistema Nervioso: determinación de aminoácidos mediante cromatografía líquida de alta resolución (HPLC) y perfil de ácidos grasos en eritrocito.
- Entrenar la atención: técnicas de respiración, meditación, yoga, actividades de artesanía y artísticas, o con animales, leer sobre algo que interés especialmente, psicoterapia, coaching… y dormir de noche suficientes horas, evitando móviles y otras pantallas antes de acostarse.
- Entrenar el cuerpo: el deporte adecuado disminuye la ansiedad y tonifica la musculatura ayudando a mantener la postura necesaria para estar atentos. Algunos como ajedrez, artes marciales y baile son muy beneficiosos, aunque lo más importante, al igual que con actividades como la música o la pintura, es que guste tanto como para “dejar fuera” durante ese espacio el resto del mundo.
Con la salud física y mental que proporciona una buena alimentación, y pequeños ajustes muy personalizados a nivel del metabolismo cerebral y del Sistema Nervioso, conseguimos la base sobre la que un deporte, actividad artística, un libro, estudios más científicos, o humanísticos, o técnicos…, atraigan especialmente, y con naturalidad la persona vaya encontrado aquello a lo que dedicar enfocar su energía y atención.
Porque cuando somos capaces de parar y sentir lo que nos gusta y hace felices, todos los obstáculos se hacen pequeños.
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