Si te impide cuidarte no es amor

El amor suma. Lo sabemos, y aun así a veces nos enredamos en relaciones limitantes. Abandonamos el deporte que nos gusta, la comida que nos sienta bien y los libros, cursos o terapias que nos ayudan a crecer. Nos vamos aislando y, poco a poco, aparcamos proyectos profesionales o personales.

Es un tipo de violencia tan sutil que se disfraza de cariño y protección, y a veces se viste con expresiones tan bonitas que puedes sentir culpa solo por dudar.

“¿En serio vas cenar eso? Menos mal que te cuido yo, voy a pedir algo de comida”, “¿por qué no quieres otra copa?, ¿no estás a gusto conmigo?”, “no digo que no vayas al gimnasio sino que prefiero pasar ese tiempo contigo”, “¿y si te cambia el cuerpo?, a mí me gustas así”. Y mi favorita: “¿tienes que entrenar con esa gente, no soportaría que te hiciesen daño?

Hay más…

¿Leyendo otro libro?, ¿con qué te ha dado ahora?”, “¿a un curso/retiro, proyecto… de qué?, me asusta tu entusiasmo, ¿no te estarás obsesionando?”, “me preocupo por ti, por nosotros

 

Puede ocurrir que si alguien prefiere abandonar su salud o frenar su crecimiento personal, tal vez con el convencimiento de que es lo correcto, se asuste o perturbe por la evolución de quién siente más cerca.

Todo esto es humano, comprensible. Tanto que es fácil sentir apego por el compañero o compañera limitante, y por los límites que insinúa. En parte porque es una excusa muy cómoda para abandonar la propia vocación y el esfuerzo y la disciplina para mejorar cada día. y en parte porque al conocer a la otra persona con su historia podemos tender a justificar su comportamiento. La aceptación sin juzgar y respetando el trabajo personal puede contribuir al crecimiento mutuo. La justificación nunca.

No se trata de señalar culpables en parejas, familiares o amigos. Somos personas y vamos a aprendiendo a amar.

Pero sí de ser conscientes y responsables de nuestra propia vida y nuestro tiempo, de nuestro cuerpo, energía, pensamientos y emociones.

A veces sentimos tanto cansancio, estrés, confusión, miedo a equivocarnos, a hacer daño, al conflicto o a la soledad, que no podemos ver con claridad lo que de verdad deseamos ni con qué nos lo estamos impidiendo. Darnos cuenta es el mejor comienzo y estos sencillos pasos nos pueden ayudar:

  • Cuidar la alimentación: evitar alimentos inflamatorios, como fritos, harinas, bollería industrial y azúcar. Sanar el intestino con suficiente fruta y verdura y asegurar el aporte de proteínas y grasas buenas al cerebro con frutos secos crudos, huevos y pescado de calidad, legumbres acompañadas de cereal integral…
  • Reservar las horas necesarias para dormir y descansar.
  • Practicar ejercicio físico: caminar, correr, bailar, gimnasio, yoga, pilates…
  • Recuperar el contacto consciente con la naturaleza.
  • Si se siente adecuado, consultar con profesionales de la salud a todos los niveles, leer, compartir, contrastar…
  • Compartir tiempo con personas que nos acepten y respeten como somos, y que nos animen a crecer. Y con nosotros mismos.

 

Observarnos desde el amor es clave para encontrar nuestro camino, nuestra forma de cuidar y de cuidarnos.