Esa sensación de que ya no cabes en tu cuerpo, en tu espacio, en tu trabajo, en tus relaciones, en tu círculo social, en tus principios éticos o morales, en tus creencias más profundas…
Parece que la piel te aprieta, te cuesta respirar, la cabeza no sabes si va explotar o salir volando, los ojos se te están hinchando tanto por una extraña tristeza que te cuesta tenerlos cerrados de noche y de día te pesan haciendo difícil mirar lo que ya no va contigo.
A veces te duelen tanto los pies dentro de esos zapatitos que te encogerías redondeándote como una semilla y te cubrirías para aislarte del mundo. ¡Enhorabuena! Estás llegando a la metamorfosis.
Siento recordarte que no hay vuelta atrás. Puedes engañarte, ponerte gafas de sol, llenar de crema tu piel para que estire un poco más y no pique tanto, leer y escuchar únicamente lo que te reafirme en creencias que para ti ya sólo se sostienen desde un “es así y punto”, operarte los pies para no cambiar de zapatos…, y calmar con medicamentos (o series, o videojuegos…) o alcohol la presión de la cabeza, con comida dañina la amargura del estómago y con sexo de huida los gritos del corazón.
Hasta que el cuerpo y el alma aguanten… Puedes echarle la culpa al estrés, a la sociedad, a cómo te educaron…, pero lo sabes de sobra: seguir así te está enfermando y a la vez tienes miedo a cambiar.
Es comprensible. Da vértigo sólo pensar en volar. Y ser gusano entre gusanos es cómodo, y más si destacas y eres una oruga más vistosa que otras, algo parecido a ser la niña o niño mayor o más aventajado de la clase de los pequeños.
Cuando seas consciente de que tienes alas serás libre y, a la vez, responsable de usarlas, de decidir dónde vas, de sacudírtelas cuando caigas y volver a levantar el vuelo, de mostrar tu color y tu belleza haciendo el mundo más hermoso.
La decisión es tuya: sentir y escuchar a tu cuerpo y a todo tu ser sin juzgarte ni justificarte y permitirte ser quien eres de verdad, o seguir asfixiándote o apagándote y enfermar.
La metamorfosis es un proceso maravilloso y delicado. Prepararse bien y realizarlo con amor es importante:
- Lo primero es atreverte a mirar cómo y dónde estás y con qué cuentas. Cambiar no es sinónimo de partir de cero. Vas a tener que desprenderte de partes de ti que se te ha quedado pequeñas, pero no de todas. Llevas mucho vivido y aprendido, tienes recursos para afrontar la transformación y crear desde ti una vida nueva.
- Busca un refugio: vas a pasar tiempo en soledad, prepara un rincón muy tuyo, una mantita, un libro, una playa o un bosque donde reposar cuando lo necesites. No permitas, ni menos aún busques, que el frío y la oscuridad te impidan alcanzar la primavera.
- Prepara papel y lápiz o algo para pintar, coser, esculpir, hacer música… exprésate y crea. Te puede sorprender el poder del arte para dejar salir lo que no ves y encontrar tu nuevo camino.
- Si es posible, ten cerca a personas que estén en su propio proceso de cambio y a mujeres y hombres sabios con experiencia en recorrer el camino. Son un soporte en los días de lluvia y viento y aportan calma en los de sol.
- Descansa, duerme, medita, contempla, sé paciente…, y haz deporte, muévete, toma decisiones. Permite que la transformación te llegue, pero no esperes que se produzca sola. Si te enquistas en tu envoltura, puede ser muy costoso y doloroso salir.
- Dedica atención a su salud y cuida la alimentación. Es muy buen momento para observar qué dolores o molestias tienes y valorar cómo está funcionando cada órgano. Será una información valiosa para cambiar aquello que te daña y potenciar tu salud. Inicias un proceso en el que tu cuerpo y tu mente necesitan nutrientes de verdad, no engaños:
- alimentos limpios y vivos que proporcionen energía,
- proteínas con las que fortalecer tu estructura muscular y fabricar neurotransmisores y
- agua, siempre presente en la evolución de la vida.
- Evita recurrir al azúcar y estimulantes como la cafeína o el tabaco y a depresores como el alcohol. Mantenerte en letargo o favorecer un sistema viciado de estímulos y recompensas rápidas te separa de ti.
Un día, al despertar, despliegas tus alas y ves tu belleza y la del mundo que se abre ante ti. Puede que tes des cuenta de que eres más frágil de lo que esperabas y que en esa sutileza está tu fuerza para sentir el viento y el sol y encontrar tu camino. Acabas de comenzar una nueva etapa en la que eres más TÚ, más COHERENTE, más LIBRE y más FELIZ.