INTOLERANCIAS Y SENSIBILIDADES A ALIMENTOS

Me sigue sorprendiendo la obsesión que tenemos los seres humanos por aferrarnos a aquello que nos hace daño. Parece casi instintivo: que una posible pareja nos va a hacer daño, nos enamoramos; que un pantalón no es de nuestra talla, lo queremos; que un modelo de belleza es tan diferente a lo real que intentar parecernos causa sufrimiento, nos empeñamos en cumplirlo…

Se dice que muchas cosas las elegimos como vía de aprendizaje, para poder ver algo de nosotras y nosotros mismos que se nos muestra oculto de otra forma.

A veces me hace ilusión pensar que con los alimentos que nos hacen daño nos pasa algo parecido. Con frecuencia somos conscientes de que un alimento nos sienta fatal y nos empeñamos en seguir consumiéndolo. Muchas personas buscan el medicamento o el “truco” para no sentir la molestia y seguir consumiendo el “veneno”. Otras sufren sus efectos con resignación, convenciéndose de que “no hay otro remedio”, e incluso con rebeldía abanderando la injusticia que le hace justo a él o a ella no tolerante al trigo o que hincha su abdomen cuando prefiere la cerveza al agua para calmar la sed.

Hay también quienes sí que están haciendo todo lo que pueden y saben por cuidar su alimentación, restringiendo aquello que han observado que no les hace bien y todo lo que han encontrado como posible causa de su malestar y aun así sufren cansancio, irritabilidad, dolor de cabeza o muscular, trastornos menstruales, problemas digestivos como gastritis, intestino irritable, alergias o enfermedades autoinmunes como soriasis, asma, artritis reumatoide, endometriosis, Crohn y las relacionadas con tiroides…, o sistémicas como fibromialgia, síndrome de fatiga crónica o sensibilidad química múltiple. En estos casos, los alimentos a los que presentan intolerancia o sensibilidad no se han localizado y se siguen consumiendo, o existe un problema de fondo, como disbiosis, hiperpermeabilidad intestinal, o algún déficit o bloqueo metabólico que no permite que la persona se nutra bien y la vez induce desequilibrio en el sistema inmune.

Tal vez la búsqueda del alimento que nos hace mal, nos lleve a conocer más sobre nuestro cuerpo y salud. Así lo vivo cada día en mi consulta:

  • Con una máquina de Electroacupuntura de Voll realizo un TEST DE INTOLERANCIA Y SENSIBILIDAD A ALIMENTOS, además de valorar el funcionamiento de cada órgano.
  • Teniendo en cuenta los resultados recomiendo suplementos naturales y pautas de alimentación para limpiar, reestructurar, nutrir y equilibrar, descansando temporalmente de los alimentos no tolerados.
  • Pasado un tiempo vuelvo a valorar la función de cada órgano y a repetir el test, para ir incorporando todos aquellos alimentos que nuestro intestino y sistema inmune cada vez más sanos ya sí aceptan.

 

¿Por qué hay alimentos que no toleramos?

Es un proceso complejo que voy a intentar simplificar lo más posible:

En algunas personas hay alimentos que producen una reacción muy fuerte de carácter alérgico o autoinmune (como parece ser la celiaquía) en la propia luz o espacio interior de intestino, produciendo los síntomas típicos de alergia con erupciones en la piel y/o dificultad respiratoria, o diarrea y calambres abdominales intensos y a la larga desnutrición y anemia.

En otras el proceso es más lento y sutil: el alimento, que se ha digerido mal, llega a un intestino dañado (o lo va dañando):

  • El sistema inmune intestinal puede confundirlo con patógenos y atacarlos, generando inflamación.
  • Las células de la mucosa debilitan sus uniones (hiperpermeabilidad) permitiendo el paso poco controlado del estos “trozos” de alimento, que pueden viajar hasta otras zonas del cuerpo donde serán atacadas produciendo problemas autoinmunes y enfermedades de ensuciamiento.
  • Si la flora intestinal está desequilibrada (disbiosis) o mal distribuida a lo largo del intestino, habrá alimentos que no se digieran y metabolicen de forma correcta, causando exceso de fermentación o de putrefacción y falta de vitaminas.

 

Además de las molestias digestivas, alérgicas y autoinmunes, el mal estado de salud del intestino llevará a la desnutrición y falta o desequilibrio de neurotransmisores y, como consecuencia, a ansiedad, depresión, demencia

Otro de los grandes enemigos del intestino, además de ciertos fármacos, es el estrés crónico que aumenta la hiperpermeabilidad de la mucosa y el desequilibrio inmunológico.

Cuando comemos y vivimos de acuerdo con nuestra naturaleza nos sentimos capaces de todo, con vitalidad y calma, disfrutando de la comida sin ansiedad, así como del ocio y del trabajo, de la compañía de las personas queridas, de nuestros proyectos y descanso.

Una vez más está servida la posibilidad de elegir entre tragar lo que no toleramos y nos produce desequilibrio o una vida plena con salud y armonía. La decisión es nuestra.